CCOO de Industria | 19 abril 2024.

Ante las miserias del presidente Trump, Europa debe liderar el desarrollo de la política industrial

  • Artículo de opinión del secretario general de CCOO de Industria sobre Trump, sus políticas y su impacto en la industria.

Antes de su nominación, los ciudadanos de EEUU ya se habían arrepentido de la elección del actual presidente del país, y lo demuestran los niveles de desaprobación ciudadana, configurándose como el más bajo de su historia política. Pero este no es el problema, lo más preocupante es que sus actuaciones, derivadas hacia el reforzamiento proteccionista, tendrán graves consecuencias en el resto del mundo, en Europa de forma particular.

31/01/2017. Madrid
Agustín Martín, secretario general de CCOO de Industria

Agustín Martín, secretario general de CCOO de Industria

El actual presidente republicano no es que desprecie la globalización, socavando lo cimientos del capitalismo, sino que la debilidad e inseguridad le lleva a huir de la libre competencia, por otra parte ampliamente promulgada por los adeptos a las bondades del libre comercio y la libertad de mercado (ya lo intentaron practicar otros líderes del país: América para los americanos, compra solo productos del país). Estamos convencidos de que Trump no va a renunciar a lo que ha venido utilizando durante muchos años en su trayectoria empresarial, incorporando ahora la eliminación del 75% de las regulaciones en beneficio empresarial (fiscales, laborales y medioambientales).

EEUU es el principal socio comercial de la UE, y viceversa, con una balanza comercial favorable al viejo continente, por lo que Donald Trump ha apostado por modificar esta situación, protegiendo su mercado interno frente al impacto de la globalización. Y en su punto de mira se encuentra la potente industria automovilística, que ha venido perdiendo fuerza en EEUU -por la invasión asiática, japonesa en primera instancia y en su momento, y después por la penetración europea-, desbancando de la tradicional primacía a la potente industria del país durante gran parte del siglo XX y hasta ahora.

El presidente ha amenazado a toda su industria con lanzar “las diez plagas de Egipto” si no salvaguarda la producción y el empleo interno, referidas a los principales sectores del país (automoción, defensa, aeronáutico, TIC, maquinaria, equipo eléctrico y electrónico…). Para ello, acude a políticas de internalización de actividades (insourcing) que durante los últimos 50 años han ido buscando el menor coste de fabricación, laboral sobre todo, por el mundo.

En el caso de la industria de automoción, el icono de la globalización y el más afectado por la política de Trump -para Europa y España en concreto-, es la que puede sufrir con mayor intensidad la catarsis propiciada por EEUU. Un sector tractor y líder de la economía española. No solo por la futura decisión que se adopte con las plantas ubicadas en el país (un 20% de las fábricas y un 30% de las marcas constructoras), sino por el número de empresas de componentes de capital norteamericano (un 25% de los 70 principales grupos) y, sobre todo, por las fuertes inversiones que la industria auxiliar española está realizando en los países vecinos de EEUU y en este país directamente (al menos 20 plantas de empresas españolas, 40 en el continente americano).

Esta situación también se vería afectada si se castiga a la industria mejicana, como está propiciando, porque una parte de la misma está vinculada al sector industrial español, independientemente de las consecuencias derivadas de la futura implantación de aranceles o la extensión de las medidas contra el resto de los países del sur del continente americano.

El comercio con EEUU, vinculado a la industria de automoción española, es poco representativo (1,8% de los vehículos vendidos a ese país), por lo que la actitud beligerante de Trump no tendría efectos destacables en España en este sector. Aunque el efecto sobre la industria de componentes sería más señalado (4% de las exportaciones). El problema es que se une a las consecuencias del Brexit y a los efectos devaluadores de divisas, hasta los colaterales, derivados de las medidas tomadas en otros países (América Latina) y al posible surgimiento de fenómenos proteccionistas en otros países de destino de las exportaciones españolas (Alemania, Francia…).

El continente europeo, la UE, no puede estar al margen de estas actitudes y actuaciones, reforzada en el interior por la escisión británica (tradicional caballo de Troya norteamericano). Para ello, debe reforzar la cohesión de su deteriorada estructura interna en lo político, económico y social, corrigiendo la paralización de las apuestas industriales, motivadas por la inanición del proyecto económico continental y cerrando el déficit de cohesión social existente.

Aprovechando que el pasado día 28 fue el Día Internacional de la Industria, en la UE se vienen alzando voces reclamando una mayor atención al sector industrial para que recupere la dimensión que ha perdido el viejo continente, no solo durante la crisis sino también en los años anteriores, favoreciendo la disminución del peso de su valor añadido en el PIB (desindustrialización) y abandonando el liderazgo industrial del mundo. Al tiempo que se incrementa el debate acerca del papel del sector público en la economía, no solo en el diseño de la regulación.

Papel del sector público que ha empezado a ejercer el nuevo presidente de EEUU, “obligando” con determinadas acciones dirigidas hacia las grandes empresas, aunque con objetivos equivocados. Por tanto, y en sentido contrario, las administraciones europeas deben pilotar la proyección de la industria para superar su actual debilidad en el entorno internacional, fijando orientaciones y actuaciones en esta materia. No dejando la posible primacía de la globalización a China, una vez que la abandona EEUU, sino participando directamente en ella.